La Viña y su concepto de célula

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Cuando llegamos a La Viña en 1996, nos percatamos rápidamente que no parecía haber muchas directivas o recomendaciones, de parte de la AVCUSA, acerca de cómo poner en funcionamiento un ministerio con grupos pequeños, mucho menos aún, indicaciones de cómo organizar las congregaciones usando modelos de iglesias celulares, en cualquiera de sus variantes. De hecho, el concepto de iglesia celular ni se mencionaba en las conversaciones, mucho menos en documentos y manuales de la época. En una reciente conversación con Michael Palandro, pastor de La Viña de Houston, éste me señalaba que John Wimber nunca estuvo convencido de que el movimiento debía usar el modelo celular como estructura eclesiológica, particularmente porque pensaba que su aplicación en las iglesias de Estados Unidos y Europa no había sido demostrada fehacientemente todavía en aquellos años de principios de los 80[1]. Incluso este pensamiento parecía estar ampliamente difundido entre los estudiosos, incluso hasta los albores del siglo XXI, como lo señala, por ejemplo, Stuart Murray[2] quien consideraba que debido a la poca difusión del modelo de las iglesias celulares en el primer mundo, era “demasiado temprano para saber qué tan culturalmente y evangelísticamente apropiadas serían” en esas sociedades.

Sin embargo, uno puede encontrar en el documento sobre el código genético de La Viña que, debido a las experiencias iniciales, y a lo que Wimber había aprendido observando iglesias en su rol como asesor en iglecrecimiento, los grupos pequeños fueron incorporados como parte de su ADN:

La reunión del “grupo pequeño” añade una dimensión al discipulado dentro de la iglesia local que es indispensable. La oportunidad de compartir con otros en un ambiente más pequeño y seguro; de experimentar los dones espirituales sobrenaturales, así como otras manifestaciones espirituales; la oportunidad de plantear las dudas y preguntas sobre la fe; resultan ser más factibles a este nivel (el de la célula) que en la congregación en pleno[3].

Claramente, lo que la definición describe es a una comunidad neo-testamentaria que constituye el núcleo central donde la vida de la iglesia toma lugar, pero también deja entrever que se le da importancia crucial a los eventos donde la iglesia está congregada en pleno. John White y Ken Blue, quienes también formaron parte del movimiento como pastores, señalaron la diferencia entre las dos dimensiones. Por un lado, la más íntima o privada de la célula, donde los procesos de sanidad espiritual y emocional se dan de manera más efectiva; y por el otro, la más pública o abierta de las celebraciones, cultos y eventos plenarios, donde se adquiere un sentido de pertenencia a una familia más extensa y heterogénea. Esto es descrito por ellos, de manera muy gráfica, de la siguiente forma:

Los cristianos necesitan reunirse en pequeños grupos y comprometerse con los otros miembros del grupo… Como humanos actuamos en dos escenarios: la intimidad de nuestra vida familiar y la vida pública y social. En el segundo solo tenemos un pequeño papel, mientras que en el primero somos los actores principales. Sin embargo, ambos papeles son necesarios para nuestro crecimiento… en el primero reafirmamos nuestra necesidad de intimidad, mientras que en el segundo nos identificamos con algo grande y poderoso… En nuestra vida cristiana necesitamos de la intimidad de un grupo celular, así como del compañerismo y seguridad del resto de la iglesia[4].

El manejo de esta dinámica complementaria entre las reuniones en las casas y las actividades centrales realizadas en los espacios públicos y edificaciones que sirven de templos, es algo que va a estar presente en la historia del movimiento, desde sus comienzos hasta la fecha actual. Como vimos en una entrada anterior del blog, desde los comienzos de la Viña resulta claro que, el valor de la vida en comunidad, dentro de un grupo pequeño que alcanza a otros en el vecindario, que los incorpora al cuerpo de Cristo de manera orgánica, sin presiones o manipulaciones, para enseñarles los rudimentos de la fe cristiana y verlos madurar progresivamente, sanando sus heridas y disfunciones, hasta que ellos mismos son capaces de repetir el proceso con otras personas, fue algo que se asimiló con el paso del tiempo, convirtiéndose en un valor que los mismos fundadores del movimiento experimentaron personalmente en sus dimensiones más profundas. Pero también la experiencia nos muestra que las grandes reuniones, donde la adoración corporativa juega un papel preponderante, así como las manifestaciones masivas de la presencia del Espíritu Santo, han tenido una importancia vital en el desarrollo y crecimiento de las iglesias del movimiento, incluso, en muchas ocasiones han opacado el trabajo más privado y a largo plazo de los grupos pequeños. La gran pregunta sigue siendo cómo lograr que las personas no sean solo atraídas por lo grandioso y numinoso, sino que sean animadas a fomentar la vida comunitaria a través de las células, donde puedan participar activamente en el ministerio, dando de lo que han recibido, dejando así a un lado la actitud pasiva y consumista.

Si uno escarba un poco entre algunos de los pocos documentos iniciales del movimiento, especialmente dos textos que han sido muy difundidos entre las Viñas latinoamericanas, uno podría darse cuenta del nivel de énfasis en los grupos pequeños que el movimiento había desarrollado en sus inicios. Tomemos por ejemplo en primer lugar el libro de Alexander Venter, Doing Church: Building from the bottom up (2000) o El quehacer de La Viña, por su versión en castellano, considerado por muchos como lectura obligada para pastores y líderes. En ese texto se hace énfasis en que los grupos pequeños constituyen “la manera más importante a través de la cual podemos tener un compañerismo real, de ser familia, no solo una simple interacción social…”[5], haciendo que sean saludables y prioritarios. Más adelante señala que los grupos pequeños son un “programa fundamental para todas las Viñas”[6] pues sirven como medio de proveer pertenencia, integración y movilización para las personas en el cuerpo de Cristo. Añadiendo en ambas porciones algunas líneas adicionales sobre cómo podría ponerse en práctica este trabajo dentro de las iglesias, pero de una manera bastante superficial, lo cual deja muchas lagunas y preguntas.

En un tono diferente está lo planteado en el libro de Steve Nicholson y Jeff Bailey, Coaching church planters (1999) (Entrenando plantadores de iglesias), pues allí se enfatiza el proceso de inicio de una congregación desde cero. En este caso se refiere a un estilo de plantación al que denomina “de adentro hacia fuera” (inside-out) en el que se comienza con grupos pequeños, “hasta llegar a unas 40 o 50 personas. En cuyo momento se comienzan las primeras reuniones públicas”[7]. Sin embargo, los autores advierten acerca de uno de los problemas de este enfoque:

A diferencia de los días iniciales de La Viña, las personas, especialmente si no son creyentes, no están tan inclinadas a reunirse en los hogares. El reunirse en una casa de familia, a menos que ya exista un gran nivel de amistad previo, requiere de un mayor compromiso. Invitar a alguien a una iglesia casera puede ser relacionalmente y religiosamente atemorizante, para una persona que prefiriera más el anonimato desde una posición de observador. Además, aún aquellos cristianos que puedan estar interesados en reunirse en una nueva iglesia, a menos que sean solteros, sin hijos o de naturaleza pionera, no considerarán la reunión casera como legítima[8].

De lo señalado en estos ejemplos y lo que se observa en otras referencias iniciales, uno puede darse cuenta que Wimber prefería no forzar el trabajo con grupos pequeños hacia una única metodología particular. Incluso, uno ve que la descripción del código genético de La Viña también deja completamente abierto los métodos a emplear y la intensidad del trabajo con grupos pequeños o células. Como muchas cosas en la Viña, lo importante es el valor en si mismo, mientras que la realización práctica es dejada a criterio de las comunidades locales, cuyos líderes son los que, de verdad, conocen su contexto. Debido a esa libertad, se puede observar como el trabajo con grupos pequeños no es uniforme a lo largo y ancho del movimiento globalmente. Esta variedad se va a notar en Latinoamérica especialmente, donde ha habido una difusión de diversos modelos celulares, algunos de los cuales han sido realmente dominantes en la región. Muchas de las iglesias Viña latinoamericanas que fueron adoptadas en los inicios del movimiento en la región, en los años 90, ya habían puesto en marcha su trabajo celular, escogiendo empíricamente algún modelo en el proceso (usualmente el modelo de Cho o más adelante el G-12 o variaciones de éste), sin seguir un patrón específico, más bien mimetizando lo que otras congregaciones evangélicas estaban haciendo en sus países. En todo caso, las diferencias entre estos modelos y aquellos más tradicionales podrían resumirse así:

Un enfoque en los grupos pequeños y no en los grandes.. un enfoque en los hogares y no en los locales o edificios… un enfoque en las personas y no en los programas… el evangelismo ocurre a través de la red de amistades, en otras palabras, el punto de entrada o conexión con la iglesia es a través de las células y no los grandes eventos… Se espera que los grupos pequeños se multipliquen constantemente… el liderazgo es compartido y no es exclusivo de los ministros profesionales…[9]

La célula o iglesia casera es el organismo del cuerpo de creyentes organizado para adorar y tener una experiencia con Dios (Amar), aprender juntos (Aprender), ministrarse unos a otros, servir (Ayudar) y alcanzar a la comunidad (Alcanzar). Su misión es: Crear una comunidad de unos con otros, en la presencia del Espíritu Santo, que viva entre los no-creyentes, para que la luz de Cristo brille a través de sus miembros, con el fin de tocar la vida de quienes le rodean, traerlos al Señor y convertirlos en adoradores de Dios y discípulos de Jesús. (Figura tomada de Mora F. (2005) Manual para Iglesias que crecen, pág. 51)

En cierta forma, podría afirmar con bastante certeza que durante la historia del movimiento no parece haber habido un énfasis muy radical hacia los grupos celulares. En general, la mayoría de las iglesias con las que tuve contacto, tenían ministerios de grupos pequeños, pero ellos no eran centrales en la estructura organizativa. Una explicación para esto, aparte de las reservas del propio Wimber hacia la eclesiología de las iglesias celulares, que ya mencioné, es que el concepto de la llamada meta-iglesia posiblemente haya tenido una influencia muy importante en los inicios del movimiento. Carl George, su proponente, fue director del Instituto de Evangelismo y Misiones del Seminario Fuller, un centro que fue referencia entre lo 70 y 90 acerca de los métodos de iglecrecimiento, y donde Wimber había trabajado como consultor y luego como profesor del curso MC510 Señales y Prodigios y Crecimiento de la Iglesia. En 1991 George publicó un texto titulado: Prepare your church for the future: Introducing the Meta-Church: Large enough to celebrate, small enough to care[10], en el cual introducía definiciones sobre cómo una iglesia podía hacer la transición de un esquema tradicional a uno estructurado a partir del trabajo con grupos pequeños. En esa nueva estructura sobresalen tres pilares básicos: la celebración principal, las células de crecimiento coordinadas por líderes voluntarios y una estructura dirigida por el equipo pastoral para la formación y apoyo del liderazgo, quedando la membresía de la iglesia definida, principalmente, por los participantes en los grupos pequeños o células.

En su tesis doctoral, Joel Comiskey dice: “El primer libro de Carl George, Prepare Your Church for the Future, fue bastante revolucionario. Allí, George fue capaz de describir, como nadie antes, el potencial de una iglesia celular… resultaba muy significativo que uno de los más importantes consultores en iglecrecimiento hubiese llegado a la conclusión de que el movimiento celular era el camino para el futuro y la mejor forma de organizar una iglesia”. Sin embargo, añade Comiskey,  en su segundo libro es demasiado cauto y confuso, eliminando todo tinte revolucionario que tuvo el primero, minimizando el valor de los grupos celulares en la estructura de la iglesia.

Según George lo que trataba de proponer era un procedimiento por medio del cual las iglesias podían evaluar su evolución hacia la implementación plena de la estructura celular (la celularización de la iglesia), la cual quedaría establecida como la meta final de ese proceso. Obviamente, para aquellas congregaciones que nunca habían trabajado con grupos pequeños se trataba de un proceso largo donde entraban en conflicto diferentes aspectos como por ejemplo, cómo hacer la transición cuando no existe una tradición en el desarrollo de liderazgo celular; cómo impartir la visión acerca de algo que impactará dramáticamente la estructura de la iglesia; dónde poner el énfasis en el trabajo pastoral, sea en las células o sea en el culto dominical; o cómo asimilar a los que se convierten en los servicios públicos y plenarios de la iglesia[11]. Adicionalmente, George introdujo, como parte del proceso, la idea de que cualquier reunión grupal dentro de la iglesia puede ser considerada como una célula, incluyendo las clases bíblicas (escuelas dominicales, cursos, etc.), equipos de adoración, equipos misioneros, equipos de intercesión, grupos de apoyo, y otros. Esto contrasta con las comunidades celulares en los hogares u otros espacios (células e iglesias caseras), donde se combinan varios aspectos como alcance evangelístico, estudio bíblico, apoyo mutuo, compañerismo, y discipulado, lo cual implica una dinámica mucho más compleja y a más largo plazo. El problema con esta visión acerca de la iglesia con grupos es que ella va a terminar decantándose por lo que resulte más sencillo de implementar, lo que puede conllevar a una regresión, donde las comunidades celulares van a perder progresivamente su centralidad frente a otras actividades que requieren menos compromiso y esfuerzo[12].

Este enfoque del trabajo celular dentro del movimiento queda bastante bien evidenciado en un antiguo artículo de John Wimber[13], el cual aún se encuentra aún entre los recursos disponibles en la página web de la AVCUSA (Vineyard USA). Allí el fundador del movimiento se explaya en la descripción del concepto de grupo pequeño que él deseaba ver reproducirse a lo largo y ancho de La Viña. Planteaba la existencia de grupos de variada orientación, tamaño y objetivo, pero que básicamente cumplieran cuatro funciones básicas: evangelismo, integración, discipulado y maduración de los creyentes. Consciente de que el trabajo con grupos pequeños o celulares tenía sus complicaciones, y dada la apertura para la adopción de modelos disponibles en la literatura o recibidos a través de seminarios y cursos, Wimber, le hacía a los pastores novicios varias advertencias, basándose en su propia experiencia. En primer lugar, resaltaba su precaución ante la posible adopción de ciertos modelos celulares que violaran algún valor central de La Viña, aconsejando que, “cualquiera que sea el tipo de grupo pequeño que se comience, éste tiene que ser fiel a los valores del movimiento”.

Por otro lado, gracias a su astucia como consultor en el área de iglecrecimiento, estaba consciente que, algunos modelos de grupos pequeños no se adaptaban a ciertas iglesias y sus contextos culturales. Por lo que señalaba que, calcar un modelo sin adaptar o contextualizar era algo sumamente riesgoso puesto que, “aunque el programa haya funcionado para los creadores del mismo, no siempre lo hará en otras situaciones, al menos sin modificaciones sustanciales”. Wimber también pedía a los pastores y líderes del movimiento que no trataran de obligar a todas las personas a participar de algún grupo pequeño, sino pensar primero en cuáles eran sus necesidades personales, por lo que recomendaba tener una amplia variedad de posibles grupos donde ellos pudiesen asistir. Igualmente, pedía paciencia en la puesta en marcha de los grupos, dejando que las personas probaran y se fueran adaptando a sus pequeñas comunidades progresivamente. Es decir, mantener una dualidad en cuanto a la pertenencia a la iglesia, definida por la asistencia a las células tanto como a los cultos o reuniones públicas. Otros aspectos que resultan ser de difícil comprensión e implementación, tales como el entrenamiento del liderazgo y el proceso de multiplicación de los grupos, son dejados fuera de estas recomendaciones del fundador del movimiento.

Lo descrito demuestra claramente que, el concepto de meta-iglesia originalmente propuesto por Carl George es el que realmente va a dominar en el movimiento desde sus inicios. Básicamente, aunque las congregaciones partieran de un grupo celular, más temprano que tarde, ellas iniciarían reuniones públicas, y evolucionarían hacia una organización más clásica, centrada en el culto, a pesar de que en su órbita de influencia siguieran estableciendo progresivamente grupos pequeños de diversa índole. Esto lo observamos en la descripción de los primeros grupos pequeños en el movimiento, los cuales tendían a evolucionar hacia un culto central en un espacio público, que pudiera albergar grupos de más de cincuenta personas, aunque al parecer reuniones más pequeñas en las casas seguían ocurriendo espontáneamente. Rápidamente, la celebración dominical pasó a ser el elemento más importante de La Viña, especialmente por el énfasis en la adoración corporativa, el tecnicismo audiovisual y la profesionalización musical, y las manifestaciones sobrenaturales en grandes grupos. Esto, obviamente, tiene diferencias sustanciales con la esencia de las iglesias celulares en la que, la vida de la iglesia, en toda su extensión, se expresa en los grupos pequeños, como comunidades que se reproducen y permiten el crecimiento orgánico y continuo.

Según Beckham (2014)[14], el enfoque tipo meta-iglesia minimiza las bondades del enfoque celular al generar demasiadas opciones que deben ser atendidas simultáneamente, lo cual va en detrimento de la multiplicación de las células y la capacitación de su liderazgo, aunque se trata de una aproximación perfectamente válida para iglesias que están haciendo una transición hacia un modelo celular, cosa que no siempre es sencilla. Tal vez sea más adecuado para congregaciones grandes, iniciadas bajo un esquema clásico basado en el culto central, la predicación y los programas de servicio, siempre realizados en un local que debe acondicionarse para ese fin. Es decir para aquellas iglesias que desean agregar un elemento adicional a la ecuación tradicional (pastor + programas + edificios) para que quede más o menos así: pastor + programas + edificios + [células][15].

Sin embargo, a mi parecer, cuando se inicia la plantación del grupo desde cero, se trata de un manera muy tímida de llevar adelante el modelo celular, tomando en cuenta las bondades que las células y las iglesias caseras proveen a nivel del discipulado, el alcance misional en las comunidades, la multiplicación de líderes capacitados, el crecimiento descentralizado de las iglesias. Sin duda que este es un camino más riesgoso y lento, pero es el que hace falta si queremos ver un verdadero movimiento de plantación de iglesias en Latinoamérica. En ese orden de ideas, como se que en nuestro movimiento en América Latina hay muchos jóvenes con grandes deseos, que quieren salir al campo de misión, pero que están aún en proceso de formación, me gustaría concluir esta entrada del blog con algunos extractos de la reciente conferencia que diera Francis Chan, un conocido líder y escritor cristiano, a los empleados de Facebook en Sillicon Valley (California). Chan renunció en el año 2010 al pastorado de una megaiglesia de más de 5000 miembros  y actualmente se encuentra en proceso de plantación de un movimiento de iglesias caseras en San Francisco (California), denominado We are Church (Somos iglesia), iniciado en 2014. En esa red ya hay más de 15 iglesias pequeñas, cada una de las cuales es coordinada por dos pastores/as, donde los miembros se conocen bien y ejercen sus dones para servirse y amarse los unos a los otros. Chan que está muy emocionado con lo que está observando, y espera ver una duplicación del número de iglesias caseras cada año, añade:

Hemos podido reunir a cientos de personas invirtiendo casi nada de dinero… y todo el mundo está creciendo, teniendo que leer su Biblia y preocupándose por ayudar a los demás. Casi no predico. Se reúnen en las casas, estudian, oran, se sirven los unos a los otros. Son ellos los que están edificando la iglesia. Simplemente estoy encantado con eso, dándome cuenta que son treinta hombres y mujeres los que están liderándolo todo[16].

La experiencia de Chan es interesante pues, como Henri Nouwen lo ha expresado magistralmente[17], los/las pastores, líderes y lideresas, somos tentados en tres dimensiones: la del éxito y la “relevancia” (queriendo convertir piedras en panes), la del reconocimiento y la “espectacularidad” (lanzándonos al vacío esperando ser recogidos por ángeles), y la del dominio y el “poder” (la ambición de poseer los reinos a nuestra vista). Como veremos en próximas entradas al blog, el crecimiento explosivo de la iglesia se alimenta de algunas de estas tentaciones, especialmente en la puesta en marcha de modelos de grupos celulares que prometen una expansión desmedida y una posición dominante y autoritaria para quienes los dirigen desde el pináculo de una estructura piramidal. Mientras que el camino de servicio, encarnación y crecimiento orgánico es lento e involucra mucha participación, lo que tiende a contrarrestar el efecto de esas tentaciones.

Para leer el siguiente artículo de esta serie, pulse aquí.


[1] Palandro, Michael (2017). Comunicación Personal. 1º de Abril.

[2] Murray, S. (2001). Church Planting: Laying foundations. Waterloo (Ontario, Canadá): Herald Press. Pág. 142.

[3] Vineyard Genetic Code

[4] White, J. y Blue, K. (1991). Restauración de los heridos. Miami: Vida.

[5] Venter, A. (2000). Doing Church: Building from the bottom up, Ciudad del Cabo (Sudáfrica): Vineyard International Publishing, pág. 165.

[6] Venter, A. (2000), Ibid, Pág. 224.

[7] Nicholson, S. Y Bailey, S. (1999). Coaching Church Planters. Association of Vineyard Curches, Anaheim (California), Pág. 122

[8] Ibid, Pág. 122.

[9] Murray (2001). Ibid, Pág 141.

[10] George, C. (1991). Prepare your church for the future: Introducing the Meta-Church: Large enough to celebrate, small enough to care. Tarrytown (NY-USA): Fleming H. Revell Company

[11] Simonian, C. (n.d.). Review of Prepare your church for the future. Disponible en: http://www.ourvineyard.org/files/Book_Review_for_Carl_George1.htm, última visita 20/4/2017.

[12] Beckham, B. (2014). Where Are We Now?: An Assessment of the Small Group Movement and Its Models

[13] Wimber, J. (n.d.). The value of small groups. Vineyard USA. Última visita 03/04/2017. https://vineyardusa.org/library/the-value-of-small-groups/

[14] Beckham, Bill (2014). Where Are We Now?: An Assessment of the Small Group Movement and Its Models (Kindle Edition). CCS Publishing.

[15] Stetezer, Ed (2006). Planting missional churches: Planting a church that is biblically sound and reaching people in culture. Nashville (TN, USA): Broadman and Holman.

[16] Lynn, Sheryl (2017). Francis Chan Goes Into Detail With Facebook Employees on Why He Left His Megachurch, The Christian Post, Última visita, 30 de junio de 2017, http://bit.ly/2su3wK1

[17] Nouwen, H. (1983). The way of the heart: Connecting with God through prayer, wisdom and silence. New york (USA): Ballantine. Pág. 16.

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