El movimiento de adoración y alabanza en la iglesia latinoamericana (Parte I)

Después de una serie de seis entrevistas a un grupo de adoradores latinoamericanos de La Viña, que se encuentran en las entradas precedentes de este blog. inicio la publicación de mi investigación de los últimos siete meses, sobre el tema de la Adoración en La Viña. Debo aclarar que no soy músico, solo fui pastor de un par de Viñas durante unos 20 años. Claro que, como todo pastor a finales del siglo XX y comienzos del XXI, he tenido que tratar el tema de la adoración en la iglesia, sobre todo su evolución hasta el punto actual, viendo cómo ha cambiado la liturgia cristiana con el paso del tiempo.  Así que lo que presento, habla de la música que usamos en la iglesia, desde varias vertientes, incluyendo la pastoral, teológica, eclesiológica, misiológica, sociológica, pero siempre enfatizando la parte histórica, es decir, tratando de mostrar cómo y por qué se dieron las innovaciones y los cambios. En cierta forma tocaré todo los aspectos citados, de una u otra manera a lo largo de la serie. En todo caso, como ya lo he advertido al comienzo de este blog, se trata de mi visión de los hechos, de cómo experimenté y viví los aspectos tratados, y cómo interpreto su influencia actual y sus efectos hacia el futuro de nuestro movimiento en América Latina.

Espero que esta sea una contribución útil para todos y sirva como punto de partida para algunas discusiones que necesitan darse entre adoradores, compositores, músicos, pastores, teólogos y otros profesionales de La Viña en nuestro continente. En todo caso, esta jornada de estudio ha sido bastante provechosa para mi, la he disfrutado al máximo y me ha reconectado con algunas de mis raíces, especialmente, me ha llevado a valorar nuestra experiencia de adoración como comunidades Viña en Venezuela.

Mi recomendación es que, si es un tópico de tu interés, comiences a seguir el blog para que puedas recibir las notificaciones de cuándo se publican las entradas. En la mayoría de los casos estas serán dos veces por semana. Si conoces otras personas que puedan estar interesados/as en el tema, pásales el vínculo de enlace.

Fernando Mora. Caracas-Venezuela, Abril de 2018.

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Parte I…

Hacia finales de 1989, Carlos Quintana[1], quien había iniciado nuestra congregación en Los Teques, apareció un día con un cassette que cambiaría la vida de nuestra iglesia de una forma muy radical. Carlos trabajaba en aquellos tiempos como locutor de staff de Radio Transmundial Venezuela, un estudio que estaba produciendo programas para Transworld Radio (TWR), una popular emisora radial evangélica que transmitía con una alta potencia desde la vecina isla de Bonaire[2]. Aunque el estilo musical de la estación de radio era más bien bastante conservador, basado en himnos clásicos, grabados en estudio por algunos coros y artistas latinoamericanos con arreglos variados, el grupo que trabajaba en la sede de Maracay había estado compartiendo durante esos días el trabajo de un nuevo artista cristiano que traía consigo unas innovaciones que prometían impactar las iglesias del continente. Se trataba, nada menos y nada más que del mexicano, de origen norteamericano, Marcos Witt, quien presentaba las primeras muestras de lo que lo llevaría a ser uno de los mejores compositores, cantantes y productores de adoración y alabanza de los siguientes 30 años en América Latina[3].

Casete original del álbum Proyecto AA de Canzion Producciones, dirigido por Marcos Witt.

Los músicos de nuestra iglesia de aquellos días, Javier Paiva (teclados y voz), Franklyn Paiva[4] (bajo y voz), Jorge Castaños (batería), el fallecido Freddy Cisneros (guitarra eléctrica y acústica, composición) y Richard Zerpa (percusión), así como un grupo de hermanas y hermanos que eran parte del grupo de adoración, se enamoraron del estilo, los ritmos y las letras de aquellas canciones, especialmente la del mexicano Juan Salinas, “Un adorador”. A los pocos meses se tuvo acceso también al álbum Proyecto AA, producido por César Garza y editado entre 1989 y 1990, que salió en formato de CD en 1991[5]. En ese trabajo, Marcos Witt era el director de alabanza y esa sería la primera producción completa del género de adoración y alabanza de la compañía CanZion Producciones, empresa que sigue vigente hasta la actualidad. A partir de allí se produjo un cambio notable que confirmaba lo que Marcos Witt señalaba en una entrevista más reciente, refiriéndose a aquel primer disco llamado Adoremos:

Carátula del CD original del álbum Proyecto AA

Ese disco fue un hito, marcó un antes y un después en el mover en México. Fue una bomba atómica, explotó de una forma tremenda y produjo el resultado que yo estaba queriendo: traer a los jóvenes de la banca de atrás a la banca del frente y que disfrutaran de la música. ¡Y no solo hicieron eso! La bailaron, la brincaron, la encarnaron, la gozaron tremendamente.[6]

Ahora bien, aparte de la nostalgia que estos eventos producen, cabría preguntarse cuál es su verdadera importancia, tomando en cuenta los más de 30 años de evolución del movimiento de adoración y alabanza en toda la América Latina. Pablo Deiros y Carlos Mraida en su libro Latinoamérica en llamas, escrito en 1994, hacían una evaluación, más bien temprana, de lo que denominaron un “verdadero movimiento de alabanza” que estaba revolucionando “la liturgia y los contenidos de la adoración comunitaria”[7]. En otras palabras, lo que iniciábamos en Los Teques en 1989, no era un simple cambio cosmético, sino que anticipaba innovaciones en el ámbito musical, con la introducción de nuevos instrumentos, nuevos ritmos y el uso de estilos populares en el canto congregacional. A nivel colectivo, se comenzaba a experimentar con el uso del cuerpo como un todo en la adoración, a través de aplausos, alzar y mover las manos, o bien danzando, permitiéndose una expresión más genuina y espontánea de las emociones.

Obviamente las clásicas liturgias se modificaron drásticamente, pues los rutinarios programas de culto basados en el predecible orden de preludio, oración inicial, himnos, ofrendas, lectura bíblica, predicación, doxología y clausura, iban a ser sustituidos por sesiones o espacios de adoración y alabanza, cuyo contenido y progresión, muchas veces cargados de espontaneidad, serían determinados por unos insurgentes directores o líderes de adoración, personajes que se convirtieron en parte fundamental de las congregaciones en casi todas las denominaciones, junto a los pastores y maestros de escuela dominical. A nivel del contenido, este movimiento trajo consigo un cambio drástico en las letras de los cantos que se comenzaron a usar en los cultos. El uso didáctico, moral o doctrinal que se les daba a los himnos tradicionales comienza a ser reemplazado por una lírica que no esconde los sentimientos, emociones y experiencias de las personas en su relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, lo cual hace que los tiempos extendidos de adoración conduzcan a una sensación de la presencia divina, a la manifestaciones espirituales visibles y a la creación de un ambiente propicio para la oración intensa y la ministración unos a otros. En otras palabras, aparecen nuevos cantos que sirven para expresar tres nuevas fases del culto cristiano: batir manos para celebrar y expresar alabanza y agradecimiento a Dios; tomarse de las manos para acercarse al prójimo y orar unos por otros; y, alzar las manos para tener intimidad con Dios y buscar su presencia[8].

Extractos del viejo himnario de “Fe y Alabanza”, editado en 1958 por Roberto Savage y que era usado por varias denominaciones en Venezuela.

Todas esas transformaciones sustanciales en el culto evangélico, evidenciadas progresivamente durante los años subsiguientes, son indicativos de que la llegada de aquel casete a nuestra iglesia marcaba el inicio de un período de revitalización, expansión y crecimiento de la iglesia en todo el continente. Así que, sin proponérnoslo, tanto aquellos jóvenes músicos y cantores, como quienes teníamos la responsabilidad de pastorearles, estábamos básicamente en el umbral de una nueva era de la cual ni nos imaginábamos sus dimensiones. Dadas sus características, el movimiento de adoración y alabanza era algo básicamente disruptivo, pues proponía un paradigma diferente, cuya teología era incipiente, donde no todas las iglesias y denominaciones estaban dispuestas a correr los riesgos que traía consigo el abrazarlo apasionadamente. Así que, a pesar de que se esparció con una cierta velocidad, en sus inicios hubo no pocas críticas entre los grupos más conservadores que, abogaban por permanecer anclados en los himnarios y que, condenaban la irrupción dentro de las iglesias de la música popular moderna como el folk y el rock, tocada en su mayor parte por irreverentes jóvenes, con letras que se distanciaban de los formalismos arcaicos. En una entrevista del año 2013, Marcos Witt se refería a estas épocas de la siguiente forma[9]:

Los veteranos del movimiento Cristiano y los padres de las denominaciones, se encontraban muy cómodos con sus himnos y no estaban muy contentos con este cambio que estaba surgiendo dentro de sus iglesias. Entonces me atacaron a más no poder. Quemaban mis casetes, “en Santo Holocausto”. ¿Tú sabes lo que es eso? Decían que no era de Dios; que esa música, tocada al revés, tenía mensaje diabólico; que le faltaba contenido; que era muy mundana. Sufrí por ser pionero y fui el que recibió la mayor cantidad de golpes.

Tal vez nosotros, en aquella iglesia de Los Teques, que luego pasaría a ser parte del movimiento de La Viña, podríamos ser incluidos dentro de los primeros adoptadores, pioneros o early adopters, un término que se usa mucho cuando se habla de la difusión de las innovaciones. Los adoptadores tempranos son aquellos que más anticipadamente prueban la idea o el concepto, contribuyendo a que el nuevo paradigma se vaya perfeccionando y se convierta en una tendencia que termina por ser aceptada por una mayoría. Fundamentalmente, ayudan a la difusión de la innovación a través de sus interacciones y redes sociales a nivel local o regional, contextualizando muchas veces las ideas durante su proceso de implementación. Como tienen que lidiar con una serie de preguntas y dudas que no tienen respuestas claras o precisas, deben experimentar, corregir sobre la marcha e introducir cambios, por lo que también se convierten en portavoces y facilitadores que modelan el concepto a quienes quieren ser parte de la nueva corriente. De esta manera, nuestra iglesia comenzó a vivir una fase en la que sirvió como catalizadora para la difusión de este novedoso movimiento cristiano en Venezuela, en especial en Los Teques, San Antonio de Los Altos y Caracas, a través de relaciones entre músicos, eventos, conciertos, conferencias, retiros y talleres. No sería aventurero afirmar que, gracias a esos inicios tempranos, la casi totalidad de las iglesias evangélicas en los Altos Mirandinos usan, hoy por hoy, este tipo de expresión de adoración y alabanza en sus cultos y diversas actividades, incluyendo grupos celulares.

Según los resultados del informe Pew del 2014 (https://pewrsr.ch/1LFYniH), el número de protestantes América Latina alcanza casi el 20% de la población. La mayoría de ellos son pentecostales (65%). Incluso en algunos países, como es el caso de Brasil, el 80% de los evangélicos son pentecostales, neopentecostales o carismáticos.

Monique Ingalls, una investigadora en etnomusicología cristiana señala que a pesar del extraordinario crecimiento religioso protestante en los últimos treinta años en América Latina, donde cerca de una de cada cinco personas se identifica como evangélica[10], con un consecuente crecimiento acelerado de la composición, producción y consumo de la música de adoración y alabanza, “la música cristiana latinoamericana es la menos investigada académicamente a nivel internacional” (pág. 40)[11]. Algunos intentos por caracterizarla y evaluarla, no solo desde su aspecto artístico musical sino teológico, están plagados de crítica y desvalorización al analizarla desde un ángulo tradicionalista y hasta cierto punto nostálgico, o tal vez sesgado por las preferencias musicales de los autores.

Un ejemplo de ello es el estudio de Miguel Ángel Palomino, quien ha escrito sobre el Cambio de paradigma en el culto evangélico moderno[12] . Palomino hace un análisis crítico de lo que él denomina, las nuevas expresiones de culto que se han multiplicado en el continente, llamando la atención su manera de presentar el recorrido histórico, el cual divide en cuatro períodos que denomina tradicional, contemporáneo (años 70), entretenimiento (años 80) y renovación (años 90 en adelante), rótulos que no quedan muy bien definidos, notándose en la escogencia de algunos de ellos la crítica soslayada del autor. En todo caso, un poco contradictoriamente, Palomino termina por afirmar que el llamado “boom” del movimiento de adoración y alabanza, “es un fenómeno que puede ser considerado como una de las mayores renovaciones litúrgicas que la iglesia latinoamericana haya experimentado en el último siglo” (pág. 13)[13], aunque también afirma que el mismo ha generado numerosas preguntas teológicas sobre la manera en que los creyentes deben adorar a Dios.

A mi modo de ver, hay dos aspectos que vienen a ser importantes en la valoración de la adoración y alabanza (AA) contemporáneas. Por un lado, cabe preguntarse qué es lo que significa esta renovación a nivel  ético, artístico, sociológico y eclesiológico, lo cual abordaría la visión litúrgica del movimiento. Por el otro, dada la importancia que ha adquirido este movimiento en la casi totalidad de las iglesias evangélicas latinoamericanas, convendría analizar la visión que éste aporta acerca de la Trinidad de Dios, de la creación, del reino de Dios, y cuáles son sus conceptos antropológicos, lo cual implicaría una valoración teológica más profunda. Creo que ambas direcciones de análisis se encuentran en pañales dentro del contexto regional, mucho más aún en el ámbito del movimiento de iglesias de La Viña en América Latina, donde la adoración juega un papel preponderante en todos los aspectos mencionados, dándole una característica única al movimiento.

Seguiremos analizando estos aspectos en la próxima entrega de este blog.

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[1] Actualmente pastor senior de la Iglesia Cristiana Para Las Naciones en Orlando (Florida, USA).

[2] Una emisora misionera fundada en 1954 en Tánger, Marruecos, con el propósito de radiar hacia España a través del Estrecho de Gibraltar. El primer programa de “La Voz de Tánger” salió al aire con un transmisor de 2.500 vatios el 22 de febrero de 1954. La programación se inició en tres idiomas, español, francés e inglés. Las transmisiones en América Latina se inician en 1964 con la poderosa emisora de 100 kW en Bonaire que transmite en AM en la frecuencia 800 kHz, en castellano, inglés, portugués, creole, baniua y macusi (lenguas indígenas amazónicas).

[3] Aún estoy tratando de confirmar el nombre del cassette, pero por la fecha estimo que se trata de la producción Adoremos, la cual estaba siendo promocionada en Radio Transmundial.

[4] Franklyn es actualmente el pastor de La Viña de Los Altos Mirandinos.

[5] El álbum ha sido un éxito mundial y todavía sigue siendo publicado por CanZion Producciones.

[6] Navas Noel, “Conversando sobre composición con: Marcos Witt”. Última visita 14/8/2017. http://www.laaventuradecomponer.com/

[7] Deiros, P. y Mraida, C. (1994). Latinoamérica en llamas. Miami (Florida-USA): Editorial Caribe. Pág. 149-151.

[8] resumidas así por Rick Warren, quien usualmente gusta sistematizar diferentes tópicos cristianos

[9] Lázaro, J. (2013). Marcos Witt habla de los cambios líricos y musicales en la adoración de hispanos. Nov. 21. http://bit.ly/2vSEDFL Última visita 12 de septiembre de 2017.

[10] El estudio del Pew Research Institute de 2014 señalaba, por ejemplo, que “uno de cada diez latinoamericanos (9%) fueron criados en iglesias protestantes, pero casi uno de cada cinco (19%) ahora se describe como protestante”, y de estos, cerca de dos tercios son pentecostales o carismáticos. Ver el reporte: Religión en América Latina: Cambio generalizado en una región históricamente católica. http://pewrsr.ch/1LFYniH

[11] Ingalls, M. (2014). “International Gospel and Christian popular music”, a ser publicado en: Encyclopedia of Popular Music of the World, Part III: Genres, última visita 16 de agosto de 2017, http://bit.ly/2wflsZO

[12] Palomino, M.A. (2004). Mudança de paradigma no culto evangélico? Facultad Teológica Latinoamericana (FATELA). Última visita 16 de agosto de 2017. http://bit.ly/2vEpxG7 . También hay un libro publicado del mismo autor: Palomino, M.A. (2011). ¿Qué le pasó al culto en América Latina?: la adoración en las iglesias evangélicas. Lima: Editorial Puma.

[13] Palomino (2004). Ibid. Pág. 13.

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